Raúl Otero Reiche
-¡Me permite, señor Hornero,
descansar un rato en su casa?-
le preguntó la golondrina
y el hornero le dijo: -¡Pasa!
puedes estar en el alero
que está cerca de la cocina.
Cuando salió a su trabajo
el hornero, la golondrina
a todos sus parientes trajo
y ocupó «hall» y piscina.
Ya de regreso el propietario
encontró llorando a su esposa
y pensó volverse incendiario
por no ocurrírsele otra cosa.
-¿Conque la golondrina? ¿Esa
que llegó pidiendo un favor?
¿Esa qeu ni siquiera trina?
Pues he de hacerle algo peor.
-¡Déjala!- suplicó la esposa;
-ocupemos el nido viejo
que la culebra cautelosa
les ha de dar un buen consejo.
Y en efecto; así sucedió,
porque aquella familia extraña,
por echarse a dormir, no oyó
el merodeo de la alimaña.
MORALEJA
No debes fiarte del que pasa
si no quieres perder la casa.